PONGAMOS EN PRÁCTICA LA HOMILIA DE ESTE DOMINGO QUE NOS DA EL PADRE JUAN ARELLANO.
Domingo, 15 de noviembre de
2015
P. Juan Arellano, cp.
Diócesis de La Paz Baja
California Sur.
Parroquia
Santuario de Nuestra señora de Guadalupe
Queridos
hermanos:
En este
penúltimo domingo del año litúrgico se nos habla con un lenguaje distinto
que solemos llamar apocalíptico o escatológico. Se refiere a acontecimientos
futuros, con unas palabras que nos suenan extrañas: “En aquellos días, después
de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”.
Es difícil su interpretación.
Ampliando
las miras, podríamos decir que el Evangelio de hoy no pretende asustar a nadie
y quizás tampoco es el anuncio de no sé qué acontecimientos cósmicos, que
preparan la segunda venida de Jesús al mundo. Podría interpretarse, como que la
llegada de Jesús inexorablemente a la vida de cada uno y de todos los hombres,
debe cambiar nuestras vidas y producir en ellas un cataclismo. Por eso debemos
estar alerta y contra todo lo que parece, es un evangelio de alegría,
esperanza: “Verán venir al Hijo del Hombre”.
El centro
de todo está en la llegada del Hijo del Hombre, es verdad que los primeros
cristianos esperaban una segunda venida inminente. Pero el Hijo del Hombre que
anunciaron los profetas, entre ellos Daniel, ya había llegado en Cristo-Jesús.
Esta reflexión se completará el próximo domingo, último del año litúrgico, con
la fiesta de Cristo Rey del Universo. El cambio que ha traído Jesús es total,
él hace un mundo nuevo con soles, luna y estrellas nuevas, nuestra vida cambia,
así como la historia, la sociedad, la comunidad. Su presencia destruye nuestro
mundo de pecado y de egoísmo, nuestras maneras de pensar, de sentir y de obrar.
No dejará piedra sobre piedra, él es el sol que nace de lo alto y nos alumbrará
para siempre.
“Aprended
lo que les enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas,
sabes que la primavera está cerca; pues cuando vean ustedes suceder esto,
sepanlo que él está cerca, a la puerta”. Cada día que experimentamos la lucha
interior para aceptar el Evangelio, para cambiar nuestra manera de pensar y de
vivir, para seguir al Maestro, sepamos que él está a la puerta. Al sentir en
nuestra propia carne la lucha por hacer nacer al Hijo del Hombre, tengamos la
esperanza de que el fin del hombre viejo está cerca. “El día y la hora nadie lo
sabe, sólo el Padre”.
El
encuentro con el Cristo del evangelio es obra del Padre, no hay día ni hora
(aunque cada uno recuerda el momento inicial, como los apóstoles: “eran las
cinco de la tarde”, esos encuentros deben seguir a lo largo de la vida). Un día
nos cruzamos con la voluntad de Dios y desde el Espíritu sabemos que nuestras
ramas están tiernas y de vez en cuando aparecen algunas yemas, pequeños frutos
que nos hablan de la cercanía del Reino y de nuestra lucha para acoger o hacer
nacer en nuestra vida el “Hombre Nuevo”.
Jesús llega
y ha llegado con su palabra transformadora, y no podemos permanecer dormidos,
ciegos, sordos y mudos. Este es el tiempo, en que los cristianos tenemos la
oportunidad de restaurar el mundo, de construir la historia, de instaurar el
nuevo orden que nos trae el Hijo del Hombre. Ese futuro mejor para todos hay
que trabajarlo todos los días, todos los años, toda la vida y, no sólo con la cabeza
y con las manos, hay que poner también el corazón. Hay que hacerlo con otros,
nos necesitamos para avanzar; para superar las dificultades grandes y pequeñas;
para darnos ánimos cuando surja la tentación de pararnos; y para celebrar y
festejar los logros de sentirnos vivos en el camino hacia el futuro.
Eso es la
Iglesia, en ella caminamos en la esperanza de una nueva primavera que supere el
pesimismo, el “aquí no hay nada que hacer”, o las visiones negativas sobre el
mundo. Sabemos que hay hambres, guerras, pobres, odios, atentados terroristas
como los que ha sufrido Paris, la violencia en México, desigualdad…, no somos
ingenuos, dice Daniel en la primera lectura: “Son tiempos difíciles”.
Pero como Iglesia, tenemos que estar cercanos a aquellos que están
esperando un tiempo nuevo, recordando que tenemos capacidad para buscar salidas
a todas las dificultades. Seamos lo que debemos ser, lugar de encuentro de
todos con el Hijo del Hombre, para la construcción de un mundo y un universo
nuevo.
Muy bien Padre la situación se da en todas partes, oramos por los hermanos de Paris que le todo fuerte sufrimiento.Gracias por compartir su homilia cada semana. God bless you.
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